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martes, 18 de enero de 2011

Complices miradas.

Veintidós de noviembre, llego el momento de empezar la historia. Llego a el embarcadero, nuestro envarcadero.Aquel embarcadero en el que vivimos tantos momentos, los mejores de nuestras vidas. Dulce dosmilnueve, Ahun recuerdo donde te conoci, fue en esa clase aquel 1C En el pasillo de 1& 2 de Eso cuando un amigo nos presento un año antes de ese veintidós de noviembre de casualidad nos caimos bien empezamos a ablar todo precioso entonces aquel veintidós de noviembre...Aque primer beso tan esperado por los dos alfin llegó Todas esas emociones juntas no lo creiamos pero estabamos ahi en ese baño con los nervios que sule tener un crio pequeño cuando le dicen que tiene su jugete favorito en casa que se lo an comprado sus padres es misma ilusion es la que teniamos nosotros los nervios toda la semana esperando ese momento y ese momento llego un jueves veintidós nunca se me borrara la fecha Es la fecha mas feliz de mi vida . El me susurraba los Te Quieros y me lo decia mui lento al oido (me encantaria volver o oirlos), cada fin de semana se me hacia eterno sin verle pero luego llegava el lunes y yo ya estaba como una idiota con mi sonrrisa en la cara nose¿ me salia sola o seria por su culpa? Mas bien creo que el me la ponia en la cara cada mañana y nose ahora quiero que lo siga aciendo quiero que siga poniando mi sonrrisa.





Dicen que enamorarse es un acto reflejo, como tener miedo. Yo fui una niña sin miedo, no me asustaban los fantasmas, ni los monstruos, ni la oscuridad. Podía mirar debajo de la cama segura de que no habría esqueletos ni vampiros, podía enfrentarme a las niñas de quinto segura de que no me quitarían la merienda, y así hasta hoy…segura de que puedo coger una magnum y avanzar por un callejón vaciando el cargador, porque no es eso lo que me da miedo. Lo que me aterra es decir que sí a algo que no podré cambiar mañana, pensar en un sofá para toda la vida, en un crédito hipotecario, en una declaración conjunta o en un “esta tarde tenemos que hablar”, buscar colegios y canguros, y pensar en un lugar para vivir cuando ya no tengamos pulso para sostener la magnum. Y de pronto todo ese terror se empieza a disfrutar como el luping de una montaña rusa, y eso es la felicidad.

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